EL CABALLO



“EL CABALLO”


La señora Berta sentía un amor especial por los caballos. Desde niña se había criado entre ellos y siempre había acudido con sus padres a la casa decampo propiedad de su familia. En ella contaban con cuadras con varios hermosos ejemplares de pura raza.
Le gustaba presumir de haber aprendido amontar a caballo antes de echar a andar y que nunca había renunciado a su paseo diario en alguno de sus caballos, ni siquiera cuando hacía mal tiempo.
Pedro el mozo de cuadras, sabía que todos los días a las ocho en punto de la mañana, el caballo de la señora, debía de estar a punto frente a la puerta principal de la casa, aunque la mañana amaneciera fría y el cielo nublado amenazara lluvia. Sin embargo esperaba que aquel día la señora renunciara a su paseo, pero al igual que todos los demás, a la hora prevista apareció por la puerta con sus botas de montar, sus guantes, su pañuelo al cuello, un chubasquero y la fusta en su mano derecha preparada para montar.
Pedro, por mucho que le molestara aquella situación, bajó los ojos y se resignó a esperar en la puerta de la casa el regreso de la señora, como hacía diariamente.  A pesar de intenso frío el paseo se prolongó más de lo habitual, lo cual empezó a preocupar a Pedro, e incluso le hizo presagiar que algo desagradable pudiera haber ocurrido.
El frío empezaba a calarle los huesos y aunque no paraba de moverse de un lado para otro para combatirlo, la situación cada vez le parecía más desapacible. Pocos minutos después empezó a oír el ruido producido por el caballo, que ya podía empezar a distinguir entre la niebla que salía del bosque, y que al galope  con grandes zancadas llegaba a la casa.
De pronto algo pareció llamar la atención de la señora Berta que volvió la cabeza  sin darse cuenta que en esos momentos el caballo pasaba bajo unos árboles con ramas bajas.